LA FIGURA HUMANA EN EL ARTE RUPESTRE DE CUYO
Congreso Internacional de Arqueología y Arte Rupestre.
SIARB 2012
La Paz, Bolivia.
Laura Hart
Artista Visual, Documentalista
Fotografías y edición de imágenes de la autora
A modo de introducción.
Para
los pueblos originarios, el arte rupestre fue una herramienta para la
comunicación, una manera de transferir ideas, vivencias y convicciones, una
forma de reafirmar lo propio y de hacer partícipes a otros de ese
mensaje puesto en la inmensidad del paisaje con la intención consciente, de que
perduren en el espacio físico y en el tiempo.
A
su vez, fue un modo de intervenir territorialmente, -sobre todo cuando
comprendemos la condición nómade de sus productores- haciendo referencia de sus
acciones inter relacionadas con el espacio: en la exploración territorial, en
la búsqueda de recursos materiales y en la ritualización en los espacios
geográficos.
Esta
jerarquización se pone de manifiesto en todo el arte rupestre. Así, pues,
ciertas figuras humanas tienen, la simpleza esquemática y tamaños menores
comparadas con aquellas que muestran los atributos de poder, diferenciándose
ambas en el conjunto. Pero sea cual fuese su aspecto, la figura humana, en el
arte rupestre, siempre está en función de una idea concebida por el pensamiento
naturalista de los pueblos originarios que consideraban a los de su especie una
parte más en la naturaleza y no el eje del sistema; que es la concepción más
difundida en nuestro pensamiento occidental y contemporáneo.
Región cuyana.
"En Mendoza, cronológicamente se
atribuyen al período comprendido entre los
400 y 600 años y se asocian culturalmente con el estilo Ovalle del Valle
del Encanto en Chile y la cultura de El Molle (300 aC-700 dC). Este, en momentos más tardíos, estaría
asociado al ingreso Aguada y resultaría de una incorporación dada por grupos
agricultores de la zona, lo que permite proponer una proyección temporal hasta
el 900.
Las manifestaciones rupestres han
recibido diferentes interpretaciones, predominando aquellas que enfatizan el
rol asociado con prácticas shamánicas. En Mendoza, dentro de las
manifestaciones antrópicas se destacan aquellas que refieren cabezas y
mascariformes, que por asociación estilística
permitieron vincularse cultural y cronológicamente, pero que a nivel
interpretativo llevó a postular la representación de experiencias vivenciales
de ceremonias donde la cabeza humana se destacó como centro de poder y
poseedora de fuerzas especiales. Estas imágenes se potenciarían como resultado
de experiencias derivadas del consumo de sustancias alucinógenas, las que al
alterar los sentidos, favorecería imágenes en estado de trance.
Pero las manifestaciones, a la par de
representaciones de experiencias subjetivas, se ejecutan en un contexto
ambiental, dando por resultado su aplicación, generalmente en cabeceras de
quebrada, y señalando su vínculo con “rituales de pasaje” de un lugar a otro,
como sinonimia de un estado a otro, de una forma de existencia a otra. Así, las
figuras, como significantes de experiencias subjetivas, se entienden en un
contexto de prácticas sociales, donde las identidades se construyen por medio
de tales experiencias, pero compartidas en torno a referentes paisajísticos.
Paisajes que tienen sentido desde su materialidad (geográfica) pero en una
atemporalidad (inmaterial) vinculada a tiempos míticos, más alejados de las
cronologías vitales y asociados a tiempos que subsumen presente y pasado en la
experiencia vivencial del ritual, sin referentes de principio y final claros." (Chiavazza 2012).
Representación de la figura humana.
La
figura humana es más frecuente en la zona norte de la región. En casi todos los
casos son grabados aunque también la vemos
pintada, como en el alero del
Durazno en San Rafael.
Es
muy frecuente la representación de algunas partes del cuerpo. En Malargüe aparecen el cuerpo pero sin cabeza o cabezas
sin el cuerpo y también la impronta del pie humano.
Otras
figuras se alejan de un realismo y pasan a conformar un esquema diferente en el
que la figura humana se transforma en un elemento simbólico, por ejemplo el
dibujo de la cabeza con miembros superiores e inferiores -sin el torso- con apéndices que parten de la
misma en forma radial o con ornamentaciones en la parte superior, como es el
caso de las pinturas de Los Morrillos (representación de la trilogía Sol Luna Venus. Gambier 1977), y en los Colorados de San Juan y
Tundunqueral, en el norte de Mendoza y que forman parte del grupo de mascariformes.
Con
variantes se presenta la cabeza sola con atributos cefálicos o la cabeza con
ornamentaciones y los miembros inferiores
(Tunduqueral, Mendoza y Los Colorados, San Juan). Estos diseños fueron
vinculados con las cabezas tiaras o mascariformes del Norte Chico Chileno (Schobinger, 1985).
Con
frecuencia los personajes en el arte rupestre están acompañados de aves,
felinos, serpientes y otros animales que, ocupan lugares primordiales en el
conjunto gráfico lo nos hace pensar que protagonizaban un rol importante en sus
vidas y que formaban parte de sus ritualidades.
También
se ven los personajes llevando de una cuerda a camélidos, o tropillas de ellos
o hembras preñadas, lo que pone de manifiesto su condición de cazadores
recolectores y la preponderancia de
estos animales en la obtención de los recursos.
La
roca, en muchos casos, forma parte de la composición y el paisaje participa
como el escenario de la madre tierra unificadora del “todo”. Esto puede verse
en algunas creaciones en las que grabado y soporte conforman el diseño, como es
el caso de la figura mascariforme de Piedras Pintadas en San Juan en la que la
forma ovalada de roca constituye el contorno del mascariforme.
También en Alumbrera en San Juan, en donde la línea zigzagueante parece reproducir el curso del rio que se ve desde el sitio y también las figuras humanas estan “paradas” en hilera sobre el borde de la roca.
El
prototipo de la figura humana está fundado en el geometrismo y la síntesis. La
línea es el recurso recurrente para estas representaciones, a veces se ha usado
la técnica de relleno completo en forma parcial o total pero no es lo más
frecuente.
En
muchos casos se incluyen ojos y boca pero es rara la expresión de afectos en el
rostro. No se visualizan manos y pies con detalles y el cuerpo, según la
jerarquía, es sólo un trazo o muestra la indumentaria. No es común la figura
explícitamente femenina aunque en Río Castaño en San Juan, hallamos una figura
con los senos descubiertos mientras que es muy frecuente la representación
masculina con su sexo visible.
Es
interesante percibir las actitudes posturales de la figura humana en el arte
rupestre. Por lo general se la ve de frente y estática pero hay numerosas
representaciones del personaje en actitud de danza, de carrera, con los brazos
en alto, llevando a camélidos con una cuerda, con una pierna levantada, con los
brazos abiertos en cruz, etc. Lo que deja explicito un rol activo, una función
dinámica al personaje aún cuando esta estática, puesto que esa postura fue
elegida intencionalmente ante cualquier otra.
Con
seguridad, el orden compositivo en el arte rupestre debe responder a una
intencionalidad vinculada al enunciado. Los conjuntos de motivos se agrupan
bajo un aparente caos, sin embargo no podemos olvidar que en cualquier
composición, la ubicación de cada elemento tiene una justificación fundada en la lectura del lenguaje visual y
está vinculada a su vez, al esquema corporal, a la motricidad del ser humano y,
en el caso del naturalismo prehistórico, en la observación de la naturaleza.
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Figura humana. Personajes. |
La
escala y las proporciones también están relacionadas con lo anterior, Por lo
general, en Cuyo las medidas de cada unidad gráfica no superan los 50 cm,
mientras que en otras regiones las dimensiones sobre pasan el tamaño natural
como es el caso de los geoglifos y algunas pinturas del norte de Chile, en
donde la apertura del espacio geográfico es enorme y se justifica la
sobredimensión.
En
el arte rupestre cuyano, los personajes de menor jerarquía son más pequeños y
sin elementos en sus cabezas. Por lo general están grabados de forma lineal y
ocupan ubicaciones secundarias en el conjunto. Los de mayor jerarquía presentan
muy variados atributos. Puede vérselos con ojos sobredimensionados, o con una
gran cabeza, recurso expresivo que se reitera en la zona norte de la región
cuyana. Otros, con extensiones en la cabeza -líneas que surgen como rayos o
antenas- que pueden indicar estados de conciencia modificados o trance o conexión
con los espíritus según lo indica la teoría chamánica aplicada al arte
rupestre, así como también el bastón –símbolo de poder- es uno de los elementos
más representativo de la jerarquía.
Si
bien hay representaciones que tienen ciertas semejanzas entre sí. Parecen
modelos adoptados o copias de otras tomadas como ejemplo. Sin embargo cada
dibujo posee es si mismo ciertos rasgos propios que exhiben la intención
creativa de su autor. No hay en definitiva ninguna figura idéntica a otra. Esto
nos muestra que el arte rupestre no fue hecho para alcanzar una estética, sin
embargo cada artista supo poner su impronta creando su arte de un modo propio y
original.
Bibliografía
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SCHOBINGER,
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